No todos los ríos conducen al mar

Tomé una vez más el pequeño cuaderno entre mis manos. La pasta azul petróleo ajada por el uso cubría las más de cien hojas testigos de mis viajes. Este artefacto era tan cercano a mi como la bitácora del más fiel navegante. Su compañía había sido vital para el registro de mis pasos a veces acobardados por lo desconocido. Reconfortaba saber que India, el país más grande de Asia se condensaba en ese pensamiento llamado recuerdo. Quedaban pocas hojas de tanto caminar, por fortuna o simple generosidad de mi aliado, las suficientes para dejar memoria sobre este periplo jamás imaginado.   

Esa tarde los vientos de agosto atropellaban sin permiso los ventanales de mi oficina. Cuando esperaba que todo se fuera y nada llegara, sonó el teléfono y era Shekhar. 

  • Catalina, quiero que visites mis colegios en la India. dijo con su particular acento inglés. 

Esta invitación llegó como agua en la sequía. No hacia falta ni pensarlo. Quería explorar un país que había optado por reconocer la calidad educativa con indicadores de felicidad de sus estudiantes. Algo hasta ahora impensable en un mundo competitivo y centrado en el aprendizaje tradicional. Con una maleta cargada de preguntas y el mapa dibujado a mano alzada señalando el itinerario partí un 20 de agosto. Justo un mes después de haber recibido “The Great Place to Study”, un importante reconocimiento para organizaciones educativas que creemos en el pleno potencial humano. 

Como siempre mis viajes parecían una pieza de jazz, ritmo e improvisación, improvisación y ritmo.  A decir verdad, el ritmo lo puso Shekhar y no digo más. No sé en qué momento algo tan simple como seguir un itinerario por diez ciudades se convierte en algo más complejo que una partida de ajedrez.   

 

 Todo es nuevo nada es nuevo.  

Nuevo para mí un viaje de más de 24 horas cruzando continentes. Nuevo para mi tocar el suelo de Nueva Delhi, una de las ciudades más pobladas del mundo con veintiséis millones de habitantes.  Nuevo para mí la tranquilidad en medio del caos. Nuevo para mi experimentar ardor en mis ojos e irritación en mi nariz a causa de lo que no puede nombrarse “aire”. Aún así respirar profundo y disponerse para una inmersión con una cultura que me cautivó al instante. Más adelante comprendería el verdadero significado de la palabra “respiración”. 

Todo es sagrado nada es sagrado. 

Es sagrada la vida, son sagradas las vacas, son sagrados los ríos. Todo vive y muere al mismo tiempo. El Ganges nació en los Himalayas occidentales, y yo lo conocí en la ciudad sagrada de Rikishesh, allí donde aprendí que respirar no es tan solo inhalar y exhalar sino tomar conciencia de que estoy viva gracias a ello.

 

La educación entre la tradición y la innovación. 

Nada llenó más mi espíritu que ver en cada ciudad, en cada colegio la capacidad de los niños para serlo teniendo poco. Poco apego, pocos recursos, pero un espíritu curioso y un alma atada a unas tradiciones donde la espiritualidad es identidad. 

Al final de la travesía y en la última página de mi cuaderno descubrí que no todos los ríos van al mar.  Mi caudal de emociones y aprendizajes esta guardado en cada rincón de mi memoria esperando a desembocar en experiencias vitales para mis estudiantes. 

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