Parque de los colores

Parque de los Colores, Bogotá.

Carta a una niña que jugaba con las letras. 

Querida Lucía: 

Hoy recibí con infinita emoción tu último libro “Los secretos olvidados del bosque”. Agradezco sobre todo esa dedicatoria: “Para esa niña que vive en ti, esa que jugaba con las letras”.   

Tenerlo en mis manos me despertó una gran curiosidad y un afán absoluto por devorarme cada una de sus letras hasta descubrir que tienen esos bosques por contarme. Qué tienes tú si te ves en ese bosque y qué tengo yo si logro verme en él. Y desde las primeras líneas siento que el texto me genera múltiples contradicciones. Es una invitación a la exploración de realidades que se entrelazan de manera inusual. Te veo y no te veo desde tu primer libro.  Es más quizás estés más cerca de ese cuento infantil que escribiste a los diez.   

Desde el día que te vi mirando a tus amigos saltar desprevenidamente entre los charcos, supe que lo tuyo era la contemplación. Esperaste las formas de las gotas salpicar el aire hasta aterrizar con gracia en los pies descalzos, para aventurarte a hacer lo mismo. No por temor y mucho menos por prudencia.  Sólo tu deseo imparable de verte y ver el mundo desde todos los matices posibles. Y es que mucho antes de leer ya leías, mucho antes de escribir ya escribías. Puede sonarte algo extraño lo que digo, pero si lo piensas tiene todo el sentido.  ¿Recuerdas la vez que viste a un niño de origen chino en el parque y le preguntaste, al estirar tus ojos con tus dedos para simular sus rasgos si veía igual que tú?  Leer va mucho más allá de reconocer e interpretar un código escrito. Leer es eso que tú hiciste al dejar viva tu curiosidad a través de la pregunta. Leer es crear imágenes a partir del pensamiento y la emoción. Es tener la libertad para llevar a lo más profundo del ser un mundo que antes no le pertenecía. Después vendrán las letras para traducirlos y volverlos legibles o ilegibles para otros. Bien lo decía Voltaire, la escritura es la pintura de la voz. Y como toda obra se devela en la expresión dialéctica. Así como cuando en un descuido de tu madre y jugando a la maestra sentabas tus muñecas y usabas la pared como pizarrón. Hacías que dieran su propio significado a tus garabatos como lo hace la literatura con cada lector. Cada palabra se roba un espacio de esa superficie o de un papel para habitarlo y darle sentido a lo que otros a su vez darán sentidos.   

Ayer volví a ese Parque de los 7 Colores, esta vez estabas leyendo debajo de la sombra generosa del Encenillo. Ese mismo que trepaste hasta lo más alto para buscar refugio. No entenderlo todo hacía parte de ese desprendimiento. Quiero leerte y atender las señales de un orden diferente y desconocido para mi hasta ahora. Quiero explorar con el miedo natural esa tensión que surge al abrazar la incertidumbre. Quiero volver a jugar con las letras como cuando era niña. Gracias por las páginas abiertas de un libro que me lee. Gracias por las paginas de un libro que se cierra para aterrorizarme. 

 

 Hasta pronto y gracias, 

 

Catalina 

Tu niña interior 

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